domingo, 7 de febrero de 2010

EL ENTRENADOR Y LOS SUEÑOS

Hace tiempo que quería escribir esta historia, o mejor dicho esta forma de vida; estamos acostumbrados a ver continuamente deporte por la televisión; es realmente emocionante ver a España jugarse el todo por el todo en el mundial, ver una final de la Copa Davis, como Induraín gana el Tour o como alguien queda campeón olímpico; pero todo esto es el producto final de un dedicado y duro trabajo. La mayoría de los deportistas no llegan hasta este tipo de eventos, en ocasiones la propia disciplina deportiva les limita, en otras ocasiones simplemente no pudo ser. Para ser un buen deportista es suficiente que te guste el deporte y tener tiempo para practicarlo; sin embargo, para ser realmente bueno es necesario haber nacido para ello, tener unas cualidades físicas y mentales especiales, ser regular y constante en los entrenamientos, tener cierta solvencia económica que te permita tener tiempo y que el contexto en el que vives te acompañe positivamente en tu desarrollo deportivo; y, para estar a nivel de competir a nivel internacional (digo nivel, no simplemente competir; hay curiosas excepciones) no basta con haber nacido para ello, es necesario un plus de manera que tu motivación, tus ganas y tu ilusión se encuentren a un nivel tan alto que te alejen de la deserción. Pero hay algo que el deportista no siempre puede controlar, la mayoría de ocasiones comienza a practicar su deporte a edades muy tempranas, en el gimnasio o equipo de su barrio o colegio y poco a poco va evolucionando, lógicamente hay excepciones, en el fútbol u otros deportes de masas, pero la mayoría de las ocasiones el club deportivo es algo muy unido al deportista desde sus comienzos hasta el final de su carrera deportiva; pues bien, este lugar de inicio es muy importante, porque aquí es dónde se encuentra el entrenador o entrenadores, éstos van a ir formando el grupo de deportistas y si son buenos van a saber exprimir a sus pupilos sacando lo mejor de ellos.

En la película Million Dolar Baby, Frankie (Clint Easwood) un veterano entrenador de boxeadores va formando como boxeadora profesional a Maggie (Hilary Swank); le va corrigiendo en sus defectos, va potenciando sus puntos fuertes y le va dirigiendo su carrera deportiva. Por otro lado, la cinta nos muestra la especial relación existente entre ambos, desde una rígida relación inicial estrictamente jerárquica, poco a poco se van conociendo y junto al gran respeto mutuo que se tienen va surgiendo un tierno afecto entre ellos.

Yo he tenido mi propio Frankie; un entrenador disciplinado, rígido, duro y que sabía muy bien lo que yo tenía que hacer para ganar; pero, un rasgo le caracterizaba y era su paciencia para saber esperar la fruta madura y su sabiduría en conocer como éramos todos sus pupilos. No sólo debía de valorar si el deportista tenía o no posibilidades, debía que ir más allá y analizar sus perspectivas y su perfil, y si llegado el momento íbamos a sacrificar todo lo necesario para poder llegar a conseguir la gloria, “La Gloria Deportiva” con la que todos soñábamos con alcanzar algún día.

El paso del tiempo supongo que debe de ser cruel y sinceramente creo que lo fue con Frankie; los niños prodigio que va formando se van haciendo mayores y él sólo les puede ofrecer esta “Gloria Deportiva” de la que os hablo; sus pupilos van creciendo y van asumiendo nuevas responsabilidades; estudios más avanzados, comienzan a trabajar, empiezan a tener novia, se casan y finalmente, como consecuencia, van relajando su compromiso hasta que un día desaparecen y no los vuelve ver.

Frankie se va quedando en una especie de selección natural con los mejores, con los especialmente dotados y que a pesar de avanzar en su vida mantienen su compromiso. Consigue medallas en mundiales, europeos, campeonatos internacionales y de España; éste parece ser su único legado. Sin embargo, yo no estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación; desde luego puedo hablar por mí y no por el resto de mis compañeros deportistas, pero Frankie fue algo muy importante en esa etapa de mi vida en la que me estaba formando como persona, no sólo por haber adquirido gracias a él unos hábitos de vida saludables, como es la practica periódica del deporte; pero más allá del “corpore sano” Frankie me enseño a tener objetivos en la vida, a soñar con ellos y a luchar por conseguirlos; me enseñó disciplina, trabajo, respeto y a compatibilizar todo ello con un intenso afecto mutuo; y, sobre todo, me enseño a perder, a ganar y que, independientemente de lo que ocurra, al día siguiente comienza un nuevo reto, una nueva meta a la que dirigirme.