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En la película Million Dolar Baby, Frankie (Clint Easwood) un veterano entrenador de boxeadores va formando como boxeadora profesional a Maggie (Hilary Swank); le va corrigiendo en sus defectos, va potenciando sus puntos fuertes y le va dirigiendo su carrera deportiva. Por otro lado, la cinta nos muestra la especial relación existente entre ambos, desde una rígida relación inicial estrictamente jerárquica, poco a poco se van conociendo y junto al gran respeto mutuo que se tienen va surgiendo un tierno afecto entre ellos.
Yo he tenido mi propio Frankie; un entrenador disciplinado, rígido, duro y que sabía muy bien lo que yo tenía que hacer para ganar; pero, un rasgo le caracterizaba y era su paciencia para saber esperar la fruta madura y su sabiduría en conocer como éramos todos sus pupilos. No sólo debía de valorar si el deportista tenía o no posibilidades, debía que ir más allá y analizar sus perspectivas y su perfil, y si llegado el momento íbamos a sacrificar todo lo necesario para poder llegar a conseguir la gloria, “La Gloria Deportiva” con la que todos soñábamos con alcanzar algún día.
El paso del tiempo supongo que debe de ser cruel y sinceramente creo que lo fue con Frankie; los niños prodigio que va formando se van haciendo mayores y él sólo les puede ofrecer esta “Gloria Deportiva” de la que os hablo; sus pupilos van creciendo y van asumiendo nuevas responsabilidades; estudios más avanzados, comienzan a trabajar, empiezan a tener novia, se casan y finalmente, como consecuencia, van relajando su compromiso hasta que un día desaparecen y no los vuelve ver.
Frankie se va quedando en una especie de selección natural con los mejores, con los especialmente dotados y que a pesar de avanzar en su vida mantienen su compromiso. Consigue medallas en mundiales, europeos, campeonatos internacionales y de España; éste parece ser su único legado. Sin embargo, yo no estoy totalmente de acuerdo con esta afirmación; desde luego puedo hablar por mí y no por el resto de mis compañeros deportistas, pero Frankie fue algo muy importante en esa etapa de mi vida en la que me estaba formando como persona, no sólo por haber adquirido gracias a él unos hábitos de vida saludables, como es la practica periódica del deporte; pero más allá del “corpore sano” Frankie me enseño a tener objetivos en la vida, a soñar con ellos y a luchar por conseguirlos; me enseñó disciplina, trabajo, respeto y a compatibilizar todo ello con un intenso afecto mutuo; y, sobre todo, me enseño a perder, a ganar y que, independientemente de lo que ocurra, al día siguiente comienza un nuevo reto, una nueva meta a la que dirigirme.
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