lunes, 23 de noviembre de 2009

UNA BODA POR LAS NUBES


Este fin de semana he ido de boda, la verdad es que estoy en esa etapa de la vida en la que los amigos se te casan y en poco más de tres años es posible que haya ido a cerca de veinte bodas, sino más; entre ellas a la mía. La verdad es que durante este periodo he visto de todo; desde los que la celebraron en un bonito castillo frente al mar, hasta las clásicas de toda la vida. Recuerdo una en la que después de hacer una casta y clásica boda religiosa a continuación en el restaurante salieron bailando una chica y un chico caribeños medio desnudos; otra en la que de repente entraron unos mexicanos y comenzaron a tocar rancheras; en muchas siempre hay alguno que se pasa con la barra libre y termina con una enorme borrachera; incluso recuerdo una en la que un marido, ya madurito, marcaba terreno en defensa de su bella mujer, ante el acoso de los amigos del novio.

La de este fin de semana me ha gustado mucho, en principio he de reconocer que iba de consorte, pero poco a poco fui implicándome hasta pasármelo realmente bien. Todo comenzó el día de antes, los novios nos invitaron a todos los amigos a una informal pero espléndida cena en El Matarraña (Zaragoza), luego salimos de marcha por la zona de Zumalacárregui adentrándonos en un bar que por casualidad estaba vacío, el ambiente fue distendido, sin acercarse a una intima despedida de soltero pero con la cercanía suficiente para romper el hielo y que al día siguiente ya en la auténtica boda todos nos conociéramos aunque fuera de vista y nos encontráramos en un ambiente un poco más cálido; la jugada les salió perfecta. El día de la boda teníamos que llegar un poco antes ya que mi consorte se encargaba de celebrar la ceremonia, sin valor legal pero con una importante carga emotiva; todo se iba desarrollando con normalidad incluso la novia se hizo esperar dejándonos nerviosos e intranquilos a todos por momentos; llegó la novia y por fin celebramos la ceremonia, la encargada de la celebración llevaba varios días ensayando el discurso ideal y que más se adecuara a los novios, no sé si la opción elegida fue la más acertada pero en cualquier caso la celebración fue íntima, personal, bonita e incluso me atrevería de decir que cargada de emoción; luego vino la guinda con una simpática participación a modo de rima de los amigos más íntimos de los novios.

A continuación subimos a la planta numero diecisiete del Wold Trade Center de Zaragoza, lugar en el que se celebraría el banquete nupcial, tras quedar impactados en los primeros momentos por las sensacionales e impresionantes vistas, nos fuimos adaptando suavemente al ambiente, degustando unos originales canapés y una sensacional comida, digna sin lugar a dudas de los restaurantes más prestigiosos y de los paladares más exquisitos, aunque en esta ocasión esto último no fue desde luego lo más importante de la velada que se alargó durante no recuerdo cuantas horas y en las que hubo múltiples sorpresas, participando en casi todas ellas los invitados: entregas de ramo y muñecos, una pareja de bailarines que homenajearon a los novios con una salsa, digna de concurso; la propuesta “regala a los novios una foto divertida”, pensar en una cámara de fotos y una caja llena de pelucas, diademas, boas de colores, narices con gafas, collares, cuernecitos de diablo, cartelitos y rotuladores para escribir y dibujar y demás divertidos postizos; y, finalmente, junto a la pista de baile una enorme mesa repleta de grandes botes y cuencos llenos de todo tipo de golosinas, realmente “pa flipar”. La verdad es que en casi todas las bodas he visto buen rollo, pero en ésta sentí especialmente muy buenas vibraciones, se deducía de la expresión y forma de comportarse de los demás invitados; aunque quizá sufrí un subidón de azúcar.


En cualquier caso, Ignacio y Begoña, amigos y compañeros de ofrenda floral, que lo paséis, en vuestro viaje de novios por Argentina, al menos tan bien como yo lo pasé en vuestra boda.