La televisión desde luego no es uno de los poderes del Estado; pero, cumple una responsabilidad esencial en nuestra sociedad que consiste en informar y como consecuencia de esto último se crea la opinión pública, o lo que piensan los ciudadanos, a tales efectos se ha de tener en cuenta el artículo 1.2 de nuestra Constitución “La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado” – casi nada, temblad todos aquellos que estéis en contra del favor del pueblo porque de él emanan todos los poderes-.
Estamos en una época de abundante información, esta acumulación hace que se busquen los productos rápidos, la noticia segura que sea capaz de captar la atención del espectador, no importa el tema si éste es un bombazo.
En nuestra sociedad, cuando el condenado o imputado es una persona famosa o su caso ha sido notoriamente conocido en los medios por la causa que sea, no es extraño que termine, a pesar de ser un delincuente, explicando y paseando su geta por televisión dando su versión, unas veces cobrando millones simplemente por acudir a la entrevista, otras como medio de limpiar su imagen; luego incluso viene el libro u otro tipo de campañas de marketing de las que el delincuente saca tajada. Así desfilan por nuestras televisiones ex-alcaldes o ex-ministros que han robado a manos llenas y que han corrompido a funcionarios públicos y a ciudadanos, que se han pasado las normas que todos respetamos por el arco del triunfo, llegando a ser aclamados por el pueblo ignorante (digo ignorante porque presupongo que nadie esta a favor de que un cargo público robe, estafe y/o corrompa). También, desfilan por las teles, ciudadanos que cometen un hecho delictivo determinado y éste alcanza protagonismo en los medios, seguramente porque ha sido planteado brillantemente por algún periodista, pasa a ser un producto, el delincuente acude a los platós de televisión y comienza a dar explicaciones de porque lo hizo, que sintió etc ...
-¿Pero, explicaciones de qué? -. Que, nadie se engañe, nuestro sistema judicial es muy proteccionista de los derechos del imputado de manera que ante la más mínima duda el resultado va a ser la absolución del acusado; esto supone que muchos delincuentes salen libres y que los que son condenados no siempre les cae encimado todo lo que realmente se merecen (tan sólo se les condena, cuando hay una prueba irrefutable). Por lo que si han sido condenados deben de asumir y cumplir sus penas; y creo que es responsabilidad moral (no legal pues lo más arriba mencionado es una practica lícita) que las televisiones se limiten a dar la noticia, sin más de una manera imparcial, con el mero ánimo de informar, absteniéndose de todo tipo de debates o conjeturas sobre lo ocurrido o demás circunstancias de los hechos.
La libertad de expresión es importante; pero, darles cancha y millones a los delincuentes simplemente por ser famosos o por pura casualidad (a los no famosos cuyo caso sí que lo es) supone un alto menoscabo y perjuicio a las víctimas, que ven a su agresor hablar por la televisión y decir la barbaridad que quieran por los medios; en determinados delitos (cohecho, malversaciones, tráfico de influencias, drogas etc ...) somos todos los ciudadanos los que tenemos que soportar al delincuente contándonos milongas en nuestras narices cuando todos somos los perjudicados.
Estamos en una época de abundante información, esta acumulación hace que se busquen los productos rápidos, la noticia segura que sea capaz de captar la atención del espectador, no importa el tema si éste es un bombazo.
En nuestra sociedad, cuando el condenado o imputado es una persona famosa o su caso ha sido notoriamente conocido en los medios por la causa que sea, no es extraño que termine, a pesar de ser un delincuente, explicando y paseando su geta por televisión dando su versión, unas veces cobrando millones simplemente por acudir a la entrevista, otras como medio de limpiar su imagen; luego incluso viene el libro u otro tipo de campañas de marketing de las que el delincuente saca tajada. Así desfilan por nuestras televisiones ex-alcaldes o ex-ministros que han robado a manos llenas y que han corrompido a funcionarios públicos y a ciudadanos, que se han pasado las normas que todos respetamos por el arco del triunfo, llegando a ser aclamados por el pueblo ignorante (digo ignorante porque presupongo que nadie esta a favor de que un cargo público robe, estafe y/o corrompa). También, desfilan por las teles, ciudadanos que cometen un hecho delictivo determinado y éste alcanza protagonismo en los medios, seguramente porque ha sido planteado brillantemente por algún periodista, pasa a ser un producto, el delincuente acude a los platós de televisión y comienza a dar explicaciones de porque lo hizo, que sintió etc ...
-¿Pero, explicaciones de qué? -. Que, nadie se engañe, nuestro sistema judicial es muy proteccionista de los derechos del imputado de manera que ante la más mínima duda el resultado va a ser la absolución del acusado; esto supone que muchos delincuentes salen libres y que los que son condenados no siempre les cae encimado todo lo que realmente se merecen (tan sólo se les condena, cuando hay una prueba irrefutable). Por lo que si han sido condenados deben de asumir y cumplir sus penas; y creo que es responsabilidad moral (no legal pues lo más arriba mencionado es una practica lícita) que las televisiones se limiten a dar la noticia, sin más de una manera imparcial, con el mero ánimo de informar, absteniéndose de todo tipo de debates o conjeturas sobre lo ocurrido o demás circunstancias de los hechos.
La libertad de expresión es importante; pero, darles cancha y millones a los delincuentes simplemente por ser famosos o por pura casualidad (a los no famosos cuyo caso sí que lo es) supone un alto menoscabo y perjuicio a las víctimas, que ven a su agresor hablar por la televisión y decir la barbaridad que quieran por los medios; en determinados delitos (cohecho, malversaciones, tráfico de influencias, drogas etc ...) somos todos los ciudadanos los que tenemos que soportar al delincuente contándonos milongas en nuestras narices cuando todos somos los perjudicados.
Es sorprendente que esto ocurra en España; pero, lo más sorprendente es que sea lo normal; a nadie le extraña ver a fulano, o a mengano por la tele después de haber sido condenados. Quizá lo más preocupante es la falta de rechazo a estos esperpénticos espectáculos; al revés, se realizan en hora punta y encima baten records en los picos de audiencia; es un producto que vende, que funciona bien; esto es un grave problema porque el pueblo demanda y consume estos productos.
Los ciudadanos hemos de reaccionar ante estas barbaridades, rechazar este tipo de practicas y ser críticos ante estas mayúsculas injusticias.