Voy a contar una historia ambientada en el Japón Medieval, concretamente en la ciudad de Kyoto.
Ryu Sano era uno de los mejores preparadores de té de la ciudad, desde niño su padre que también había tenido este oficio le había preparado para ello; pero, él siempre había querido ser un samurai, le encantaba todo lo relacionado con este tipo de guerreros, sentía la necesidad de convertirse en uno de ellos. Un día Ryu decidió cumplir su sueño y acudir al maestro preparador de samuráis más famoso de la ciudad, el maestro le dijo que era ya mayor para comenzar su instrucción, pero que teniendo en cuenta su vocación no existía problema en enseñarle poco a poco las diferentes técnicas. Así Ryu comenzó a ir todos los días a aprender con el maestro, uno de estos días llegaba tarde y fue corriendo, como consecuencia tropezó y empujó sin querer a un autentico samurai; éste le insultó y le exigió disculpas de una manera poco educada; pero, Ryu se sentía ese día realizado y poderoso, debido a su nueva instrucción, y no estaba dispuesto a dejarse humillar, por lo que contestó al samurai; éste entro en furia y le retó a un combate a muerte al alba en el campo sagrado de Shesagan; Ryu lejos de ser prudente aceptó el reto.
Durante el camino a casa del maestro, Ryu pensó preocupadamente lo que había hecho, llevaba pocos días preparándose para ser un samurai y se había retado con uno auténtico. Al llegar a casa del maestro, Ryu le contó lo sucedido; el maestro escuchó pacientemente su relato; a continuación Ryu le dijo al maestro que necesitaba que le enseñara algún golpe especial o alguna técnica para poder tener una oportunidad en el combate; el maestro, le dijo a Ryu que le preparara el té; Ryu se enojo y le contestó que no tenía tiempo para eso que debía de prepararse para el combate; el maestro le insistió esta vez de manera todavía más severa que le preparara el té; Ryu obedeció.
Cuando terminaron de tomar el té, el maestro le dijo a Ryu, tienes tres caminos: el primero no acudir al combate, lo cual implicara que eres un cobarde, te sentirás como tal y nunca podrás ir con la cabeza bien alta; el segundo combatir como un samurai, es probable que te mate y el tercero hacerlo como un preparador de té, quizás tengas alguna posibilidad.
Al despuntar el sol, Ryu acudió al campo sagrado de Shesagan, junto con su maestro de testigo, estaba muy nervioso; pasados unos pocos minutos apareció el guerrero samurai, pero esta vez equipado con toda su armadura, su aspecto daba miedo, era una inmensa mole de formas, desproporcionada en tamaño respecto a la imagen de su testigo. Sentados uno frente al otro empezaron con el ritual previo al combate; en ese momento Ryu comenzó su particular ceremonia como si se tratara de un servicio de té, sustituyendo la jarra y las tazas por la espada samurai, Ryu se tranquilizó y se concentró única, exclusiva e intensamente en lo que hacía; terminado el ritual, Ryu levantó la mirada dispuesto a combatir pero no había nadie.
Ryu Sano era uno de los mejores preparadores de té de la ciudad, desde niño su padre que también había tenido este oficio le había preparado para ello; pero, él siempre había querido ser un samurai, le encantaba todo lo relacionado con este tipo de guerreros, sentía la necesidad de convertirse en uno de ellos. Un día Ryu decidió cumplir su sueño y acudir al maestro preparador de samuráis más famoso de la ciudad, el maestro le dijo que era ya mayor para comenzar su instrucción, pero que teniendo en cuenta su vocación no existía problema en enseñarle poco a poco las diferentes técnicas. Así Ryu comenzó a ir todos los días a aprender con el maestro, uno de estos días llegaba tarde y fue corriendo, como consecuencia tropezó y empujó sin querer a un autentico samurai; éste le insultó y le exigió disculpas de una manera poco educada; pero, Ryu se sentía ese día realizado y poderoso, debido a su nueva instrucción, y no estaba dispuesto a dejarse humillar, por lo que contestó al samurai; éste entro en furia y le retó a un combate a muerte al alba en el campo sagrado de Shesagan; Ryu lejos de ser prudente aceptó el reto.
Durante el camino a casa del maestro, Ryu pensó preocupadamente lo que había hecho, llevaba pocos días preparándose para ser un samurai y se había retado con uno auténtico. Al llegar a casa del maestro, Ryu le contó lo sucedido; el maestro escuchó pacientemente su relato; a continuación Ryu le dijo al maestro que necesitaba que le enseñara algún golpe especial o alguna técnica para poder tener una oportunidad en el combate; el maestro, le dijo a Ryu que le preparara el té; Ryu se enojo y le contestó que no tenía tiempo para eso que debía de prepararse para el combate; el maestro le insistió esta vez de manera todavía más severa que le preparara el té; Ryu obedeció.
Cuando terminaron de tomar el té, el maestro le dijo a Ryu, tienes tres caminos: el primero no acudir al combate, lo cual implicara que eres un cobarde, te sentirás como tal y nunca podrás ir con la cabeza bien alta; el segundo combatir como un samurai, es probable que te mate y el tercero hacerlo como un preparador de té, quizás tengas alguna posibilidad.
Al despuntar el sol, Ryu acudió al campo sagrado de Shesagan, junto con su maestro de testigo, estaba muy nervioso; pasados unos pocos minutos apareció el guerrero samurai, pero esta vez equipado con toda su armadura, su aspecto daba miedo, era una inmensa mole de formas, desproporcionada en tamaño respecto a la imagen de su testigo. Sentados uno frente al otro empezaron con el ritual previo al combate; en ese momento Ryu comenzó su particular ceremonia como si se tratara de un servicio de té, sustituyendo la jarra y las tazas por la espada samurai, Ryu se tranquilizó y se concentró única, exclusiva e intensamente en lo que hacía; terminado el ritual, Ryu levantó la mirada dispuesto a combatir pero no había nadie.
El maestro le explicó que el samurai pensaba enfrentarse a un rival muy inferior y que podría eliminar fácilmente; pero cuando se percató de la forma de preparar Ryu el combate, seguramente pensó que su rival no era tan fácil y que podía perder la vida por algo tan poco importante como una bravuconada.