martes, 2 de junio de 2009

EL ESPÍRITU OLÍMPICO Y LAS OLIMPIADAS EN LA GRECIA CLÁSICA

He leído varios artículos y visto diferentes documentales sobre los juegos olímpicos en la antigüedad y sobre los actuales; la verdad es que, a pesar de tratarse de épocas bastamente distanciadas en la historia, existe cierto paralelismo entre ambos; sin embargo, se me antoja una pregunta ¿Se mantiene hasta hoy el auténtico espíritu olímpico? Me referiré, con carácter previo, a diferentes aspectos de los antiguos juegos olímpicos, para centrar la cuestión:

LA TREGUA: En los juegos antiguos tres meses antes de los juegos, tres mensajeros recorrían las ciudades griegas proclamando la Tregua Sagrada; esto no suponía el cese de las guerras que existieran en ese momento sino que suponía un salvoconducto para que los atletas y el público pudiera llegar sin problema hasta Olimpia. Los juegos eran una celebración religiosa y esto hizo posible su celebración continuada durante más de mil años.

LA ECONOMÍA Y CULTURA: Durante la celebración de los juegos al santuario de Olimpia y alrededores acudían multitud de vendedores ambulantes de comida y todo tipo de artículos, magos, acróbatas, prostitutas, bailarines, adivinos y charlatanes de todo tipo; sabios, escritores y artistas aprovechaban para dar a conocer sus obras.

LA LEGALIDAD: El primer día de juegos, todos los atletas, después de dos días de camino, llegaban a Olimpia desde Elide (lugar a 58 kilómetros, dónde se concentraban previamente los atletas bajo la supervisión de los helanódicas o jueces deportivos) y ante la estatua de Zeus juraban, junto con sus entrenadores y parientes, que no cometerían ninguna ilegalidad durante las competiciones y que durante los nueve meses anteriores se habían entrenado de conformidad a las normas.

SEDE Y UNIVERSALIDAD: Los juegos eran algo propio del mundo griego y se celebraban en la ciudad de Olimpia.

PODER: La enorme popularidad derivada de los triunfos en las competiciones fue explotada como propaganda política, pudiendo dotar de prestigio actuaciones políticas dudosas. Alcibíades presentó siete carros en la carrera de cuadrigas consiguiendo el primer, segundo y cuarto puesto lo que le dio prestigio no sólo para convencer a los atenienses de la necesidad de organizar una expedición a Sicilia durante la guerra del Peloponeso sino que le fuera confiado el mando de la misma.

EL GRAN CAMPEÓN: En los juegos antiguos parece ser que fue el luchador MILÓN DE CROTONA que ganó cinco triunfos olímpicos consecutivos (desde el 532 al 516 a. C.) su fuerza era legendaria; también su apetito, dicen que un día se comió un novillo entero.

NO ERAN LOS ÚNICOS: En la antigüedad junto con los Olímpicos estaban los Délficos, los Nemeos y los Ístmicos.

CURIOSIDADES: En las pruebas hípicas no era proclamado campeón el jinete sino el propietario de los caballos, por lo que no era extraño que sólo participaran los ricos; se puede decir que los artistas griegos sólo representaban a atletas que tomaban como modelos de sus obras; los campeones no sólo eran considerados héroes, poetas como Píndaro o Baquilides describieron en sus obras campeones olímpicos que una vez que se les pasaba su momento se convertían en juguetes rotos; las virtudes de los campeones eran exaltadas por los poetas, en ocasiones incluso hacían composiciones por encargo para ser recitadas cuando el atleta llegaba a su tierra; de todas las carreras había una especialmente importante consistía en correr en línea recta una distancia de 192,28 metros el vencedor daba nombre a los siguientes juegos olímpicos; también, había una carrera con armas en la que los participantes corrían dos estadios portando grebas, yelmo y escudo; los saltos de longitud los hacían portando unas pesas; los entrenadores y los jueces llevaban varas con las que golpeaban a los atletas que no respetaban el reglamento; los combates de boxeo terminaban por ko o si levantaba uno de los púgiles el dedo (señal de que abandonaba); antes de los entrenamientos y la competición los atletas se untaban el cuerpo de aceite el cual se mezclaba con el sudor, formando una espesa capa sobre la piel; el trofeo que recibía el atleta campeón era una corona de olivo; los campeones solían hacer sacrificios en acción de gracias por su triunfo y cuando llegaban a sus ciudades eran recibidos como ídolos.

La verdad es que las coincidencias con los juegos actuales son más que evidentes. Pero, creo que el autentico espíritu olímpico nació a partir del Cristianismo Muscular, del pastor anglicano Thomas Arnold; el educador e historiador Pierre de Coubertein (barón de Coubertein) fue uno de sus principales discípulos y comenzó a extender esta ideología por Francia, creando sociedades atléticas en varios institutos que se asociaron en la “Union des Sports Athletiques” y fundó la primera revista dedicada al deporte la “Revue Athletique”, logrando que el gobierno francés accediera a incluirla en sus programas de la Exposición Universal de 1889; más tarde viajó por todo el mundo dando conferencias, el barón consiguió que el deporte fuera tomado en serio y pasó de ser practicado por minorías, a estar de moda y despertar entusiasmo. Posteriormente empezó a soñar con unir en una extraordinaria competición a los deportistas de todo el mundo, bajo el signo de la unión y la hermandad, sin ánimo de lucro y sólo por el deseo de conseguir la gloria, competir por competir y como él decía lo importante es participar, fue el germen de las olimpiadas de Atenas de 1896 (las primeras de la era moderna). Cuatro años después, en las de París, el barón, después de oponerse a la participación de las mujeres en los juegos, puso de moda el sloganCitius, altius, fortius” (más lejos, más alto, más fuerte). En aquellos años todavía el deporte amateur era la norma en las Olimpiadas y la presión para romper las marcas establecidas por los atletas palidecía ante la consigna de la convivencia, la buena voluntad y el espíritu de competencia; hasta el punto que se llegaron a retirar medallas olímpicas a atletas, por haberse lucrado por hacer deporte, aunque hubiera sido una miseria o incluso en disciplinas diferentes a la de los juegos; en Helsinsky 52, en plena guerra fría, la URSS presentó en una competición exclusivamente amateur a deportistas profesionales, los cuales ni siquiera residieron en la Villa Olímpica, con la única finalidad de ganar medallas como fuera; luego vendrían los boicots, la profesionalización de las olimpiadas y el doping.